lunes, 12 de marzo de 2007

Todo depende...


Todo depende...

Existe un viejo refrán que dice: “Todo es cuestión del color...del cristal con que se mira”

Qué grande la sabiduría popular. Todos conocemos de qué manera una misma realidad se adorna, cambia y se trasmuta de acuerdo a cómo anda nuestro aparato perceptual y a cómo la decodificamos. Es decir, según las ganas que tenemos de ver las cosas así o asado, para acá o para allá o bien para aquél otro lado, según lo que nos parezca más cierto.

Pero, por supuesto, allá afuera la realidad se mata de risa de nuestra lectura, permanece inmutable y eterna, tirándoles nada más que algunas pistas para trabajar a nuestros órganos de los sentidos, cerebro, mente, pensamientos y todos los etc, etc, derivados de estas secuencias de acontecimientos...

Entonces, algunas (muchísimas!) veces prestamos atención preponderante a ese mundo de fenómenos que está afuera nuestro, lo estudiamos, clasificamos, nos sumergimos en él hasta la nariz, nos lo tomamos tan en serio que ya no podemos para de girar en las brechas que con tanto trabajo le hemos abierto, aunque sean los mismos movimientos repetidos cuatrocientas noventa y nueve veces.

Otra veces, nos metemos para adentro, decretamos que este mundo que se ve es solamente un espejismo, y, en una especie de brote agudo de “NewAgeitis” nos determinamos a configurar la realidad “de adentro pá fuera”, es decir, que lo de afuera se adapte a lo que nosotros, desde adentro, queremos que SEA, ya se trate de lo que se trate, porque en este misma bolsa suelen caer los requerimientos de salud y los de eros, los de autosuperación , los de compasión y los de guita.

Mientras tanto, el verdadero tema, el de la CONCIENCIA...suele quedar en pañales la mayoría de las veces.

Por eso necesito acompañarme de estos versos de un sabio y poeta sufí ,
Mevlana Jelal´uddin Rumi (1207-1273), como cierre de esta líneas:

Si quieres lo que la realidad visible puede darte,

eres un empleado.

Si quieres el mundo invisible,

no estás viviendo tu verdad.

Ambos deseos son tontos,

pero serán perdonados por olvidar

que lo que realmente quieres

es el goce confuso del Amor.


Agatha



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